El pasado 8 de marzo celebramos el Día de la Mujer. Una efeméride que debía ser motivo de unión, de celebración, de avance y de democracia y que los políticos hemos convertido, una vez más, en motivo de enfrentamiento y crispación.
Y miren, tengo un doctorado en género, algo del tema del feminismo sé, y no solo a nivel teórico, pero es que además soy profesora, política, esposa y madre de dos niñas….con lo cual les puedo asegurar que la vida me ha llevado a nivel práctico a saber muy bien por lo que lucho, y a tener claro lo que defiendo.
Y sí, soy feminista, y lo digo alto y claro, y soy feminista porque soy demócrata, porque creo en una sociedad más justa y mejor para mis hijas y para sus hijos, y tengo claro que esto no se conseguirá sin el apoyo y la ayuda de los hombres.
Miren, el feminismo de verdad no es el de esta ministra, ese es de camiseta, pancarta y viajes a Nueva York en avión privado. El feminismo que yo defiendo, en el que creo, es el que construyen juntos hombres y mujeres, ese que ha luchado para que podamos votar, trabajar o tener una cuenta en el banco. Ese que aún lucha para que las mujeres y en pleno siglo XXI en algunos países no estén obligadas a casarse con 12 años, para que pueden estudiar y no las maten, para que puedan bailar o cantar sin que las metan en la cárcel, para que puedan tener el derecho, simplemente a salir a la calle sin pedir permiso. Creo en ese feminismo que, fuera de toda ideología, abandera luchas en nuestro país que aun son necesarias. Mis hijas, las suyas, quizás algún día quieran ser madres, y tenemos que luchar para que eso no suponga nunca un problema para su vida profesional, como nos ha sucedido a muchas de nosotras.
El feminismo de todos, todas y todes, el feminismo de sola y borracha quiero llegar a casa, el feminismo que deja a 700 violadores en la calle. Ese feminismo, agresivo, casposo, vociferante, hueco y que ese usa como arma arrojadiza, ese, todo enterito para Irene Montero y las suyas.