viernes, 26 abril 2024
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OPINIÓN | «España entraba en estado de alarma y los teatros se cerraban hasta nueva orden»

  • En el Día Mundial del Teatro, artículo de Ion Manresa, actor natural de Callosa de Segura con una nutrida trayectoria profesional, siendo una de las últimas interpretaciones la de Miguel Ricart, asesino de las niñas de Alcásser en el largometraje «75 días»

Para tener una plena consciencia de lo que ha sido la transición del Teatro y otras disciplinas artísticas en el último año, tenemos que remontarnos al día de mi cumpleaños. El 11 de marzo de 2020; para mí, un día agridulce.

Alertados ya por una posible pandemia pero con poca información y todo muy en el aire acudía al Teatro Español de Madrid, situado en la plaza de Santa Ana, a ver a mi queridísima Ana Fernández que actuaba allí formando parte del elenco de la obra “El diálogo del Amargo” del gran Federico García Lorca, que admira este gran teatro desde la plaza en forma de monumento, y dirigida por el Director y dramaturgo Francisco Suárez, quien fuera director del aclamadísimo e importantísimo Festival de teatro clásico de Mérida.  En las taquillas, cuando me disponía a comprar mi entrada, una señora muy amable se me acercó y me regaló una de las entradas que tenía dado que su acompañante finalmente no iba a acudir al teatro, y yo, en el día de mi cumpleaños, encantadísimo de que alguien me regalase teatro. Estaba feliz.

La función me emocionó como pocas veces algo me había emocionado. Tenía un sentimiento dentro de mí que no sabía explicar muy bien que era, pero que los actores consiguieron traspasar haciendo escombros la cuarta pared y contagiar al público con ese “algo” que estaba pasando sobre las tablas; pocas veces he visto algo tan puro y mágico encima de un escenario.

Salí del patio de butacas en busca de Ana para saludarla y darle la enhorabuena. Al entrar al Hall todo el mundo estaba alterado. No sabía muy bien qué estaba pasando, pero todo el mundo se fundía en abrazos y murmuraban en pequeños círculos de cuatro o cinco personas. Los actores no salían, tardaban demasiado en salir, es raro que los actores tarden tanto en salir tras una función a no ser que el director esté dando notas en el camerino, pero con lo mágica que había sido la función me extrañaba que estuvieran tanto tiempo dentro en el camerino.

De pronto aparece Ana Fernández con un brillo en los ojos, saluda a las personas que estaban esperando y viene hacia mí para contarme algo que me haría entender el porqué de ese algo tan mágico que acababa de vivir viendo una función de teatro.

Durante la representación, los actores se habían enterado de que España entraba en estado de alarma y los teatros se cerraban hasta nueva orden. Los actores se quedaban sin trabajo; nunca más iban a volver a representar esa función tan mágica y una especie de hechizo se apoderó de ellos y los catapultó a un estado de gracia inimaginable. La atmosfera se había transformado. Y si sumas atmosfera, sentimiento y Lorca… La cabeza puede llegar a estallarte mientras el corazón se encoge en un puño cerrado y los vellos de tu piel se erizan hasta un punto que no puedes hacer otra cosa que sentir y salir del teatro con una de las mejores sensaciones jamás vividas en un chaval de 29 años.

«Nosotros intentábamos por todos los medios artísticos posibles seguir llegando a la gente desde nuestras casas de una manera altruista para amenizar ese estado de dolor»

De pronto se hizo el silencio, España quedó en un continuo luto que duró eternos meses de confinamiento donde los únicos aplausos que escuchábamos eran los de agradecimiento a las personas que salvaban vidas, y donde los que nos dedicamos a esto del arte, mientras algunos nos llamaban titiriteros, nosotros intentábamos por todos los medios artísticos posibles seguir llegando a la gente desde nuestras casas de una manera altruista para amenizar ese estado de dolor y transformarlo en una sonrisa, una mueca, una lágrima, algo que mereciera la pena sentir fuera de la angustia y la agonía de ese índice de mortalidad que seguía subiendo día tras día.

Las redes sociales se llenaron de contenido cultural, los actores empezaron a difundir el gran talento que tenemos en España, mediante videos en YouTube, Instagram, Tick Tock, Vimeo o cualquier plataforma que nos permitiera expresarnos, realizando cortometrajes y contando historias que pudieran entretener a los que estábamos confinados en casa.

El teatro también tuvo su hueco, evolucionó, se adaptó y se crearon obras de teatro virtuales como “Los siete franceses” del director argentino Pablo Razuk, que permitía que desde nuestras propias casas, de una manera totalmente altruista, pudiéramos ver a un grupo de actores que andaban repartidos por distintas partes del mundo representar una obra de teatro en un mismo espacio tiempo. Y conseguían también traspasar la pantalla y emocionarnos con sus historias.

Muchos de nosotros, yo incluido, aprovechamos también el tiempo para crear, leer, documentarnos, escribir sobre las vivencias que pasaban en ese mismo momento, sobre el latido social, el histórico, el drama de sus gentes o simplemente dejar volar la imaginación para alcanzar nuevos mundos ya imaginados o por imaginar y descubrir nuevas historias que nos emocionen a todos, y que gracias a vosotros, a los que nos leéis, a los que vais y llenáis las salas, los teatros, los cines, las casas de la cultura, a los que nos difundís por redes sociales, a los que comentáis luego con vuestros amig@s,  a los que nos apoyáis e incluso a los que nos criticáis, de todo corazón os doy las gracias, porque eso nos ha hecho fuertes en este año tan duro. Nuestro sector sigue siendo uno de los más afectados económica, laboral y socialmente, pero con vuestra ayuda salimos adelante poco a poco. Y estoy seguro de que, en un tiempo no muy lejano, respetando todas las medidas de seguridad posibles, volveremos a encontrarnos en todos y cada uno de los rincones de la geografía española.

Para terminar, me despido con una frase de Federico García Lorca:

El teatro es una escuela de llanto y de risa y una tribuna libre donde los hombres pueden poner en evidencia morales viejas o equívocas y explicar con ejemplos vivos normas eternas del corazón y del sentimiento del hombre.

Un pueblo que no ayuda y no fomenta su teatro, si no está muerto, está moribundo; como el teatro que no recoge el latido social, el latido, histórico, el drama de sus gentes y el color genuino de su paisaje y de su espíritu, con risa o con lágrimas, no tiene derecho a llamarse teatro, sino sala de juego o sitio para hacer esa horrible cosa que se llama «matar el tiempo».

Ion Manresa

Actor

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